Yo tenía dieciocho años recién cumplidos, no me gustaban las hamburguesas, y había empezado hacía muy poco la universidad. Quise comenzar de cero en muchísimos sentidos, pasar página, páginas. Todo empezaba, todo eran posibilidades, y yo me sentía bastante aliviada de poder salir de mas de un cascarón. Había conocido a mis compañeros, y con perdón por la perogrullez, ellos no me conocían a mi y sobre todo a ninguna de mis pesadísimas etiquetas, y yo estaba felizmente ilusionada en ver qué sería de mi vida sin ellas.
Aquel día en concreto estaba en la estación del norte de Valencia. Desplazarme cada día en tren y metro era una estupenda parte mas de aquel brand new world. Tenía hambre y dinero en el bolsillo, que siempre es una buena combinación, y entonces recuerdo girarme y ver un chiringuito de hamburguesas... 'pero a mi no me gustan las hamburguesas'... "¿ah, no?¿y cómo lo sabes? (para mi que fue una de las primeras comunicaciones de Amparín) Mira por donde me pilló algún área cerebral flexible y fui y me pedí una. que yo creo que estaba hasta nerviosa, porque alguna otra zona estupidilla del cerebro piaba pero-qué-haces
Me gustó tanto, pero tanto aquella hamburguesa que veintitrés años después aun la recuerdo. Pero qué buena estaba. Mientras veía los trenes ir y venir, pensaba en lo que me había estado perdiendo y en de dónde había salido lo de que a mi no me gustaban las hamburguesas. Y con los últimos mordiscos me pregunté cuántas hamburguesadas mas no habría en mi vida. Abrí esa puerta y me encontré con muchas mas puertas detrás esperando ser abiertas.Y sigo abriendo puertas y cuando como fuera nunca pido cosas que yo sepa cocinar, porque aunque ya llevo muchas puertas abiertas, quiero seguir abriendo mas.
Madre superiora, bióloga, gatoflauta aspirante a vegetariana. Si quieres halagarme, llámame loca.Yo también prefiero una mariposa al Rockefeller Center. Mi hijo me ha dado la vuelta como un calcetín, y a la vez soy mas yo que nunca. Una vez me teñí el pelo: nunca volverá a suceder. No puedo ser princesa porque nací guerrera. Odio las bodas, ir de tiendas, las peluquerías y las flores muertas. Leer me salva. Cocino con el corazón, de otra forma no me sale. Sólo veo lo que creo.
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Me pasó siendo un niño con los plátanos, que es mi primer recuerdo de "no me gusta aunque no lo he probado nunca". Ahora soy un comeplátanos consumado y mientras como plátanos, voy abriendo puertas para pasar por sitios por donde no había pasado antes. Por cierto, te invito a una hamurguesa!
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